No recuerdo haberte olvidado, pero es ínfimo el latigazo que sobreviene a fustigar mis sueños cada noche, antes de decidir que esa será la última.
Saco a la culpa recién llorada del lavavajillas, impermeabilizando la memoria y dejando al desafío revuelto entre edredones agujereados por la nostalgia.
Es la locura la que me abraza la cintura mientras se escapan, no se si aliviadas, las caderas.
Y ahora, que me sirvo un trago de aire fresco en esta copa adornada con cristales rotos, me abandona el recuerdo vagabundo a la deriva.
Tú, que quisiste compartir tu sueño con una nube, te empapas bajo la lluvia dentro de esa jaula…
Y yo, que casi me olvido de recordarte, te pierdo.
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