Mía es la herida, tuyo el verso. (Gloria Fuertes).


A veces ocurre, que a las letras les entra el frío; que las Collalbas, siguiendo su instinto, levantan el vuelo y se dirigen hacia lugares más cálidos.

Llegué aquí para hablarte de mis latidos y mis infartos, de mis flores, de mis paraguas, de mis “ahora”, de mi maleta, de mí… De mis bucles y mis líneas, en definitiva.
Hoy siento que este espacio pertenece ya más a la muerte que a la vida, que ha llegado el momento de dejarle morir.

Cierro la puerta agradecida a todos los que habéis entrado, a los que os habéis quedado conmigo compartiendo ese agradable olor a café recién hecho y a los que habéis sabido, sin duda, sentirme entre líneas. 
Gracias, de corazón.


Solo espero que, mientras los años siguen envejeciendo, este blog se impregne de ese olor a cerrado tan característico de las tumbas. Que así sea.







Más miscelánea



DE LOS HEREJES




Llevaba demasiado tiempo envejeciendo sobre la copa de un Quercus Humilis, dando coces contra ese regusto a calado que deja el rocío. Una tarde decidió que no volvería, ocultándose para siempre en el sótano de sí misma. Fue así como la noche se enfrentó a la oscuridad, blasfemando contra Dios por inventar el día.




LAMENTO AL BUTRÓN


El vaho empañaba el cristal de la ventana después del otoño. Manuela solía frotar la mano contra el vidrio frío, desdibujando redondeles barbitúricos que resistían al envite del resuello. Saldría por allí, por aquel pequeño agujero desde el que contemplaba la vida estática.
Fue el primero de Noviembre, cuando la fuerza se escapó, por última vez, de su pecho.
Nadie podrá ver a través del cristal cuando pasen los años.




La flor del sueño


Hice de la noche una noche iluminada
y me dirigí a mi misma por mi nombre.
Dejé a mi espalda el jarrón que custodiaba las pasionarias
y un pensamiento se acercó conmigo a la ventana.

Las gotas se remontaban cual cometas
cristal arriba.
Otras permanecían inmóviles
clamando que las dejara entrar.

Viento Sur después de la lluvia
y yo dejando de cruzar el río
para coger agua.




Exequias



Hubo alguien en aquel cuarto
que en realidad nunca estuvo y
por no sentir la soledad
yo también me fui
                                 callada.

Y así me abandoné, sola
a solas conmigo
sin mí.

No había nadie en aquel cuarto.
Aquel día.



Somos


Soy capaz de sudar
porque soy agua.
Puedo sentir calor
porque soy fuego.
Los huesos sustentan mi carne
porque soy tierra.
Respiro
porque soy aire.

Pero no todo lo que existe en el mundo
es eterno.
Así que quizá yo misma
concluya mañana.

O quizá no, porque
¿Cómo puede, algo que existe,
desaparecer?



Decía Anaxímedes que el origen de todo era la niebla.

Cicatrices



Mira que al caer la hoja
le hizo un rasguño al aire
y, aunque él apenas se queja,
sangra cada Noviembre.


Agua mojada



El mundo de afuera está dentro.


Se estampa el quejido contra la ventana.
Agónico. Mudo.
Y en una revoltosa contradicción se marcan los dedos
arrastrados por el cristal;
aplastados, indecisos
como queriendo quedarse,
como esperando a irse.

La ventana está cerrada,
los puñales afilados
y el murmullo de las cicatrices que reposan en la cornisa
mojado, flácido.

"No podría"_

Saltar desde un trampolín disfrazado y naufragar
en el vaho que escupe la boca.
Caer en el vacío que llena la nada.
Acallar al sentimiento maltratado
que ha perdido el poder de declararse,
casi muerto.
Pretérito y muerto.
Demasiado vivo.


¿Podría,
permanecer para siempre en los rincones donde se encierra el polvo?

¿Huir de los inviernos cálidos y renunciar a la miseria de sobrevivir?

¿Quedarse quieto
mientras las palabras se escurren entre el llanto?



La madera rechina, exclama.
Y sin embargo la ventana está cerrada,
o entreabierta.
Puede que ni siquiera esté.

Y sin embargo, alguien que se le parece responde.




Lluvia ácida

Dudaba sobre qué querían decirme los días al amanecer cada mañana, pero aquella tarde en que los segundos fueron cada vez más largos, los pasos más lentos y la conciencia más sabia, supe que dejó de ser nube gris para ser flor.
Borracha, la intimidad del vapor de agua se inmiscuyó en el pensamiento y empujó a su soledad a llover sobre el continente negro.



Y llovió…

Y arrasaron las premisas profundamente en la noche.


No asustarse si a una le tiemblan las piernas en el momento preciso de cabalgar sobre las nubes

Flotar, equilibrada, sobre la voluntad del día en dejarse anochecer

No cuestionar a las flores que se ponen colorete

Manzanas rojas para la desnutrición emocional

No perder de vista el camino hacia ninguna parte, donde mar y tierra se besan para no estar juntos jamás

No desperdiciar ni una sola lágrima (úsala para limpiar los cristales o regar las plantas)

Subirle el volumen a la risa cuando la prisa se detenga

Bailar con tacones de aguja sobre la cuerda floja mientras se precipita al vacío el miedo

Saborear los labios navegables y perfumar la curiosidad con café recién hecho

Respetar el descanso de las estatuas que se dejan caer

Perder la costumbre de acostumbrarse a la estúpida norma de morir

Viajar de polizón entre el viento sur del otoño para soplarle a las letras de la indolencia

Dejarse vivir, sempiterna


  


Ayer quise ser el cruel segundero, mañana seré la bicicleta para el invierno. Hoy sólo espero “Amar a las esencias lo suficiente como para salvarlas”.