Desde la ciudad de los coches gris plata



Desde la ciudad de los coches gris plata
se reconcilia con los príncipes reconvertidos en sapos
y cavila si emigrar de ese cuerpo que se olvidó de dar abrazos
u ondear a media asta su descalabro.

Sentado al borde de la desgana
y con la piel suspendida de un banco sin patas
se tambalea, trémulo
antes de rendirse al último pálpito.



Era un miércoles de Otoño
cuando el corazón se lanzó al vacío
arrancándose las venas resecas de antipatía
y prescindiendo de un cuerpo desfigurado.

Se fue preso, deshidratado
y para cuando quiso volver al zaguero latido
el pasado se había disuelto entre los charcos.
Era viernes, el día que dejaron de amanecer las mañanas.






















No irá muy lejos –pensó el cuerpo-.
Volverá.
O no?
Acaso en el corazón no caben dos vidas?


Adivinó una silueta entre la humedad de sus ojos
y quiso tenderle la mano.
-Quiero-.
Pero, donde están mis brazos?


                                                     

Levedad



Allí donde nunca estuve, 
donde las flores crecen boca abajo 
y el éxodo de las alas toma el rumbo 
de la quiastolita que asoma por mi escote, 
crece una conciencia desnuda que 
en una coordenada imposible, 
acontece, inhóspita
al nacimiento de catedrales góticas 
que nunca dejarán de ser romanas.

Donde los placeres imposibles 
se tienden al sol
llueven, cada día, 
virutas incisivas que se consumen 
antes de tocar el suelo
para permanecer suspendidas sobre un busto 
sin gesto ni identidad que, 
sonriendo, mira hacia arriba y deletrea su nombre.

Desde esta ventana a la que han despojado 
de paredes a las que agarrarse, 
se abren de par en par los sentidos que susurran que, 
a ese lugar donde nunca estuve
volveré.





¿Desde cuando has dejado de codearte con las fronteras? 
Allí se guarda en un frasco el cielo infinito 
y también a quien logra tocarlo.


Sumergido



Así son algunas personalidades, las excusas, opiniones, las medias verdades y los icebergs.




Sólo una octava parte sale a flote, mientras les guían las corrientes a la deriva…
hasta que la luz los derrite.



Incapaces



No hay incapacidades, sino incapaces  –dijo el Tribunal Supremo.
Con la frágil rotundidad de un terremoto en las cuerdas vocales, controlaba la vergüenza el ególatra mientras otros dominaban las palabras.
Sobreviene una aurora boreal negociada que ilumina al asesino de poetas y acongoja al testigo de poesías, bajo la que asegura, mintiendo, que nunca mentirá.
Porque para escribir sólo hace falta entender de emociones y emocionarse entendiendo, como para ser justo basta con sentir y resucitar de entre las trampas escondidas en las normas.
La chapucera toga, que pierde los escrúpulos a golpe de maza, lanzando al abismo el chispeo y dejando al aguacero llover. El indecoroso birrete, que me lleva a tomar decisiones que aún no se habían decidido a ser.



Lapidadas bajo tierra y la piedra en el fondo del mar.
Ahora... que soy atea en justicia.


Totum revolutum




FOTOGRAFIA

Se alza inanimada sobre la mesa
callada
y sin querer decir nada
pide auxilio
desesperada.

Sólo un árbol. Solo.
Que con dedos estirados
que tal parecieran ramas
suplica atención a un cielo
que arde ajeno a su inquietud.

Se alza sobre la tierra
Reposa bajo la luz
Tránsfuga de mirada
que deja sombras ancladas
a un páramo ilusorio del Sur.







ÚLTIMO VUELO

Caminaba descalza sobre un campo de hierba crecida. Los nomeolvides le acariciaban la piel a la altura del tobillo mientras se le enfriaba la planta del pie, llegando el escalofrío hasta su boca, donde la saliva se confundía con la sal que llegaba del mar. Era primavera, esa estación en la que las mentes se educan a las emociones y los cuerpos aprenden a volar. Era primavera, cuando en un brote cruel el barro se alzó sobre las nubes para no volver.







A VECES NUNCA ES SIEMPRE 


Nunca digas nunca
porque nunca siempre está ocupado
vivaquea en un estado caducado y falto de eternidad.
Siempre, siempre está cansado
latiguea tenaz y encorvado
y bebe sin sed de los charcos sobre los que pisa el azar.
A veces sonríe de lado
calza botas de soldado
y desenvuelve las verdades que sueña la realidad.

Nunca y siempre están enfermas pero a veces... a veces las logra curar.

-


Porque si un día no estás
no sabré que te habrás ido.
Porque el vaho en la ventana
dibuja la silueta de tu voz
Y si juegas a esconderte
te busco entre los recuerdos
Y es allí, en los entresijos de un ovillo hilvanado,
donde encuentro la respuesta.