Agua mojada



El mundo de afuera está dentro.


Se estampa el quejido contra la ventana.
Agónico. Mudo.
Y en una revoltosa contradicción se marcan los dedos
arrastrados por el cristal;
aplastados, indecisos
como queriendo quedarse,
como esperando a irse.

La ventana está cerrada,
los puñales afilados
y el murmullo de las cicatrices que reposan en la cornisa
mojado, flácido.

"No podría"_

Saltar desde un trampolín disfrazado y naufragar
en el vaho que escupe la boca.
Caer en el vacío que llena la nada.
Acallar al sentimiento maltratado
que ha perdido el poder de declararse,
casi muerto.
Pretérito y muerto.
Demasiado vivo.


¿Podría,
permanecer para siempre en los rincones donde se encierra el polvo?

¿Huir de los inviernos cálidos y renunciar a la miseria de sobrevivir?

¿Quedarse quieto
mientras las palabras se escurren entre el llanto?



La madera rechina, exclama.
Y sin embargo la ventana está cerrada,
o entreabierta.
Puede que ni siquiera esté.

Y sin embargo, alguien que se le parece responde.




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