Sólo era ruido


Detrás de las gafas de sol que ocultan las caricias del amor se esconde la actriz secundaria de su propia vida. Tras la vida se esconde la muerte y, entre ellas, aguarda un gesto acostumbrado a narrar sonrisas, aún cuando de los bostezos sólo escapan castigos.
Ya se han agotado las gasas para tapar las heridas y apenas quedan trozos de piel limpia donde poder descansar.

El ensordecedor tintineo de las latas vacías que, después de ser bebidas, se ahogan en la fosa común desde la que se filtran los gases de la oportunidad, oculta las aceras, tantas veces pisoteadas por los chillidos del alma intentando escapar por la puerta de atrás.
Sólo era ruido, el de las argollas del miedo retorciéndose en espiral, incapaces de soltarse de la cadena que les ata a un grano de arena.
Sólo era un zumbido, ahuyentando los vapores de la decepción y regalando promesas a rebanadas.


Con el puño cerrado, agarrando con fuerza la autoestima, el director da orden de alzar el telón. Mientras tanto, una vez más, el sosiego se escapa por las rejillas de ventilación.




Avanzó tres pasos mirando al suelo, uno por cada década de desamor.
Pesaron los párpados más que el aire y, olvidándose de que sólo había un ensayo general, postrada, sucia y ante un palco vacío, gritó.
Le lloró a los años que guardaba bajo la almohada, sin hacer ruido.


La primera primavera sucedió en invierno.
Aquel invierno era silencio en carne viva y aquella carne se desangró en primavera.
Aunque a pesar de todo, sólo era ruido…

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