Por el arte de llover

Se había empañado el cristal.
Ella lo observaba desde el sofá que hacía minutos le había hecho el molde a su cadera
Llovía fuera.
Escuchaba la melodía con atención para acompañarla de una letra que no propicia estribillos
Casi anochecía, a la vez que se consumía la llama del crisol tallado de lapsos extintos.
Y sonreía… cuando a oscuras su corazón le advertía que, a razón del albedrío, se dilataba de nuevo.



Apenas se había quedado dormida, la empatía corrió a dibujar sentimientos… mientras le tomaba prestado el dedo.


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