Que bonito nombre tiene


¿A donde va ese pensamiento? Le dije que no me gritara y se empeñó en susurrar.
¿Por qué se va tan apresurado? Se deja aquí sus zapatos… y el paraguas… y un disfraz!
¿No es digno de ti este techo para poderlo habitar?
¿Por qué ahora me dejas huérfana de inquietud y de pesar?
Le has arrancado las hojas al diccionario subliminal!
No puedo entenderte pensamiento, no te entiendo. ¿No te quedas a cenar?

“No me gustan las bandejas con forma de seguridad. Tampoco los dulces que empachan la sangre con hilaridad”.
Se le escurre la mirada como a un vencido la espada, y yo lucho desarmada contra la razón despistada. Debo dejarle marchar.

 
Este café de la sombra se bebe por no olvidar.
“Será el viento quien te traiga colores por inventar. Recuerda que en cada sueño hay trucos que sólo conocen los magos, que despiertan cada instinto que tú neciamente has guardado”.
Me habló de un extraño colirio que cura miopías. No en vano, abre los ojos de aquellos que nunca los tuvieron cerrados. Me dijo que no existía el tiempo, que era una invención de los astros para envolverte así con los brillos de haces anquilosados.

“Hoy has firmado un contrato con ella (Que bonito nombre tiene!), y yo debo buscar otro amparo”.




Cuando se iba zigzagueando, se cruzaron…
Él me abandonó esa noche. Ella me besó en los labios.


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